Un 22 de septiembre de hace dos años, moría en Dos Hermanas (Sevilla) la escritora Adelaida García Morales. Dependiendo de la edad de quién nos lea, es posible que el nombre les sea muy familiar, poco o, simplemente, nada. Puede que la razón sea que, después de una aparición fulgurante en la década de los 80, a Adelaida se le perdió la pista, falleciéndo prácticamente en la indigencia de una insuficiencia cardíaca.
Adelaida García Morales nació en Badajoz en 1945, aunque pronto se trasladó junto a su familia a Sevilla. Estudió Filosofía y Letras en Madrid y comenzó a trabajar como profesora, traductora, modelo y actriz en el grupo de teatro Esperpento, de Sevilla.
Fué con El Sur & Bene (1985, Anagrama), cuando se dió a conocer como una gran promesa de las letras españolas, a la vez que su pareja por aquel entonces, Victor Erice, trasladaba El Sur a la gran pantalla con enorme éxito. Ése mismo año consiguió el Premio Herralde de Novela por El Silencio de las Sirenas (1985, Anagrama).
A partir de ahí, Adelaida comienza a publicar de forma intermitente novelas y cuentos hasta el año 2000, vive prácticamente recluida y pasa largas temporadas en Las Alpujarras granadinas. Los pocos amigos que mantuvo, algunos del mundo editorial, manifiestan que es una mujer de una fragilidad extrema, fácil de dañar, pero también, muy fácil de querer.
Sus narraciones están cargadas de personajes femeninos bien definidos, construidos a base de una introspección psicológica moderna, que jugueteaba en ocasiones con el género fantástico.
Durante un tiempo, los libros de Adelaida fueron materia de estudio obligatorio para los Bachilleratos de los 90 en España, dándo cuenta de su importancia y representatividad en la Literatura española, hasta que dejó de publicar.
Las últimas noticias que se tuvieron de ella fueron llamadas de auxilio desde Dos Hermanas a su editor de cofianza, Enrique Murillo, para que consiguiera que le publicara un manuscrito que la devolviera a las estanterías y, de camino, la alejara de la ruina en la que vivía.
Desde Kódigo Malva queremos devolver a la vida la prosa de Adelaida, leerla detenidamente, estudiarla, reflexionar sobre ella, y ejercer un acto de justicia con una mujer que, como tantas otras, estaba llamada a liderar a su generación, pero los avatares de su vida hicieron que se perdiera por el camino. Y, nos preguntamos, Si Adelaida hubiera sido un escritor varón, ¿habría terminado sus días de la forma en que lo hizo o, por el contrario, lo conoceríamos en la actualidad como tantos escritores excéntricos y solitarios que pueblan las estanterías de las bibliotecas?