Éste pasado 3 de mayo se ha celebrado el día Internacional de la Libertad de prensa, por eso, desde Kodigo Malva queremos recordar a la periodista rusa Anna Politkóvskaya, asesinada el 7 de octubre de 2006 cuando estaba a punto de publicar pruebas de las torturas practicadas contra la población chechena.
Anna nació en Nueva York en agosto de 1958, de padres diplomáticos de origen soviético-ucraniano. De niña se trasladó a Rusia donde estudió periodismo en la Universidad Estatal de Moscú. Desde muy pronto en su carrera periodística comenzó a interesarse por el conflicto checheno, convirtiéndose en símbolo de la oposición a la política del presidente Vladimir Putin en Chechenia.
Viajaba por los lugares más peligrosos de Rusia y denunciaba las violaciones de los derechos humanos, las arbitrariedades y los crímenes, dondequiera que ella creía detectarlos y sin reparar en las consecuencias. Ya en 2001 había tenido que refugiarse en Viena debido a las amenazas que recibía. Un oficial de policía al que investigaba, acusado de cometer atrocidades contra civiles, fue detenido. El caso, sin embargo, fue cerrado posteriormente.
En 2004 denunció que había sido envenenada cuando se disponía a viajar para participar en la mediación del secuestro de la Escuela de Beslán, donde finalmente perecieron varios centenares de personas, en su mayoría niños.
Finalmente, en 2006, fue tiroteada en el ascensor de su edificio, decretándose que se debió a un asesinato por encargo. El jucio estuvo plagado de irregularidades, siéndo la más llamativa que el inicial encargado de la investigación, Alexander Litvinenko, murió poco después en Londres por envenenamiento.
Anna Politkóvskaya recibió numerosos premios a lo largo de su vida, como el Olof Palme, o el Vázquez Montalbán de Periodismo Internacional, ambos en 2004. Pero también de manera póstuma, como el Premio Unesco Guillermo Cano.
Nos quedamos con las palabras que Maruja Torres le dedicó tras su muerte: «Anna puso su vida al servicio de la verdad y se la quitaron cuando iba a publicar pruebas de torturas: una heroicidad más de las muchas que le debemos.»