Desde el inicio de la pandemia provocada por la Covid-19, se han puesto en evidencia los desequilibrios e inequidades estructurales provocados por un sistema machista que no pone la vida y los cuidados en el centro y que, por tanto, desprecia y perjudica seriamente el valor y la forma de habitar el mundo de quienes en su inmensa mayoría estamos detrás: mujeres envueltas en diferentes y múltiples contextos de vulnerabilidad.
En la práctica, a pesar de que las instituciones públicas, han mantenido un discurso donde la perspectiva de género se nombra, las palabras se han ido chocando con la realidad que enfrentamos en nuestro día a día. En lo cotidiano, lo palpable, lo tangible, lo real, las políticas están muy lejos de querer cuestionar y hacer una revisión de la estructura heterocispatriarcal (racista, clasista, colonialista…) que nos gobierna y que firma aparentes soluciones que dejan fuera a múltiples identidades y circunstancias marcadas por las violencias, entre ellas, la institucional.

El legado machista de la Covid-19 comenzó en su intento por criminalizar al movimiento feminista en su manifestación del 8 de marzo de 2020, depositando en nuestro activismo una responsabilidad y una decisión sanitaria a la que difícilmente podíamos tener acceso. Convirtiendo una vez más los espacios de mujeres unidas en una amenaza sistémica de una manera interesada, mezquina y oportunista.
A pesar de las diferentes informaciones y acciones de concienciación para no perder las perspectivas tanto de género como interseccional, el argumentario normativo se apoya en la pandemia para convertir las violencias sufridas en una cuestión excepcional y evitar así el análisis estructural. Lejos de serlo, lejos de la mentira de que “estamos pasando por lo mismo”, el trabajo de nuestra mirada feminista es desmentir estas actitudes con hechos.
La violencia sufrida por las mujeres no sólo no es una excepción, sino que es una terrible constante que atraviesa todas las esferas de nuestra vida y que, en situaciones consideradas excepcionales, se agravan desde una mayor invisibilización, al considerar la sociedad que exponer estas diferencias nos hace menos solidarias.
Los titulares que rescatamos en esta campaña que hemos decidido iniciar en forma de vídeo, pertenecen a ideologías muy distintas. Hemos querido traer variedad para que veamos que incluso quienes han mostrado recelo hacia el movimiento feminista, no pueden tapar el sol con un dedo ni ocultar en una alfombra lo que es demasiado evidente: la situación de las mujeres es alarmante. Habitar el mundo como mujer constituye un riesgo.

En estos titulares se recogen realidades como las de las trabajadoras del hogar, en su mayoría mujeres marcadas por la Ley de Extranjería que no se va a abolir a pesar de la petición masiva de una Proposición No de Ley (PNL) para la regularización urgente, permanente y sin condicionantes. Un gobierno que asegura que el trabajo del hogar es una actividad esencial para la vida y que, sin embargo, deja atrás a muchísimas mujeres que no podrán cobrar un subsidio extraordinario debido a que se ignora la situación real de su condición como ciudadana de segunda. Un Gobierno que se llena la boca con los cuidados pero que, sin embargo, cuando tiene la oportunidad, no ratifica el Convenio 189 OIT que mejoraría mucho la vida de tantas mujeres dedicadas a actividades esenciales.
La pandemia ha puesto también en evidencia la negación del sistema a dotar de recursos las diferentes formas de ejecer autonomía.También la terrible situación en las que se encuentran profesionales que desarrollan sus trabajos geriátricos, centros, médicos y hospitales. En la primera línea de estos trabajos, siempre hay mujeres que no piden aplausos sino recursos. A pesar de escuchar las cifras escalofriantes de muertes y de entender en qué situación de confinamiento continuo deja el Estado español a quienes ya no sirven para sus fines mercantilistas, no parece haber un plan de reestructuración que cuestione el modelo actual de los geriátricos y de vivir la ancianidad. Y que refuerce el sistema público de salud al que se ha ido desmantelando hasta explotar en la cara en situación de pandemia.

La reciente noticia –que también recogemos en el vídeo- de un mando del Servicio Andaluz de Salud en el que declaraba: “Me va a dar igual la demora, la citología, las infiltraciones, la cirugía menor, el crónico o el dolor de rodillas de la María de turno”; pone en evidencia el trato que las mujeres recibimos en los servicios de salud al considerar que nuestras dolencias debemos vivirlas como destino. Ridiculizar a todas las mujeres bajo el apelativo “María de turno” y citar precisamente pruebas como la citología asociadas históricamente a lo femenino, deja en evidencia la misoginia que enfrentamos cada día en atenciones médicas que nos infantilizan y cuestionan las enfermedades y los dolores que padecemos.
Otra ausencia fundamental en los análisis hegemónicos es la reducción de todos los debates posibles a lo relativo a la Covid-19, como si no existieran ya más problemas estructurales. Además de ser relevante que sólo importa lo que le ocurre al llamado “primer mundo”, se sigue sin verbalizar que, tras la pandemia, se encuentra la llamada “mano del hombre”. Que históricamente ha explotado sin límites ni miramientos, territorios, animales, cuerpos…
En este sentido, se habla del salvar a la economía como si fuera un monstruo que hubiera que alimentar al margen de las vidas y los ecosistemas. Seguimos sin hacernos las preguntas más importante ¿por qué vivimos? ¿para qué vivimos?
¿Cómo vamos a negar que este sinsentido histórico lleva inserto la mirada de las masculinidades hegemónicas, basadas en la necropolítica, en el crecimiento alejado de las lógicas de la vida y en una Historia marcada por perseguir todo lo que no es esencial para la existencia?
Como recoge un artículo recién publicado en El Salto, “hay que intervenir para que la covid-19 no sea seguida de la covid-20, covid-21, etc”. Esto sólo será posible si la mirada feminista, entendida desde nuestras diferencias, como un proyecto donde la colectividad, la vida y los cuidados estén en el centro, se convierta en un modelo de sistema y no sólo en una marginalidad insostenible para tantas.
Desde Kódigo Malva, porque aún creemos en el poder transformador que lleva consigo la identidades históricamente oprimidas, hemos querido hacer un recordatorio de que la violencia de género nunca se fue. Que la Covid-19 no afecta nunca de la misma manera. Y que las mujeres estamos en alarma constante, pero que no podemos concebirla sin la mirada que ha sido para nosotras escuela de pensamiento y acción para la construcción de una vida que merezca la pena ser vivida: la feminista.
Todas las mujeres, todos los derechos, todos los días.
#NuestraAlarmaEsFeminista
Os animamos a uniros a nuestra campaña bajo este hashtag
Para ampliar, nos ha gustado mucho el enfoque de este informe de la Comisión Interamericana de mujeres.