Con motivo del día Mundial de la filosofía Kódigo Malva os acerca a una de las filósofas política alemana más influyente del siglo XX.
Hannah Arendt, de ascendencia judía, estudió Filosofía y Teología y finalmente obtuvo el doctorado en Filosofía. En 1933, con la llegada de Hitler al poder se tuvo que exiliar en París de donde volvió a huir en 1940 estableciéndose en Nueva York. En 1951 obtuvo la nacionalidad estadounidense. Trabajó, entre otras cosas, como periodista y maestra de escuela superior y publicó obras importantes sobre filosofía política.
De todas sus obras escritas destacamos La condición humana (1958). El punto de vista de Hannah Arendt, que no estaba expresamente conceptualizado en términos feministas pues habla del “hombre” y del “ser humano” para referirse tanto a hombres y mujeres pero no trata sobre la especificidad de las mujeres o de su condición de mujer en concreto, resulta muy atractivo, porque puede ser aplicado a las mujeres, en cuanto a que son personas, individualidades, con diferencias y semejanzas al resto de los seres humanos que pueden actuar y, por tanto, incidir en el mundo en el que viven. Hannah defendía la idea de que para ser libre no sólo es necesario el pensamiento: “sólo pensar no nos hace libres, porque la libertad se muestra en la acción, en la intervención en el mundo para hacer aparecer algo que previamente no existía. Pensar es un ejercicio en soledad y, en cambio, ser libre es actuar, lo que requiere la participación de otros seres humanos”.
El movimiento feminista traduce esta idea de Hannah Arendt de la siguiente manera: las feministas, en su mayoría mujeres, pero no exclusivamente, hacen política porque actúan, porque combinan la capacidad del pensamiento, del discurso y de la acción, creando de esta manera algo nuevo en el mundo, son iniciadoras, “begginers” (en terminología de la filósofa alemana) que tienen la capacidad de generar algo nuevo, de innovar, de cambiar lo que les ha sido dado, por lo que se convierten en personas libres. Esta libertad es, sin duda, una cualidad de los seres humanos, sin la cual el feminismo no habría alcanzado ninguno de sus logros.
“La pluralidad humana, básica condición tanto de la acción como del discurso, tiene el doble carácter de igualdad y distinción”.
Hannah Arendt, 1969
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