Esta semana con motivo del día Mundial de la poesía Kódigo Malva quiere rendir homenaje a una poetisa ícono de la literatura posmodernista. Su poesía está impregnada de lucha, audacia, amor y una reivindicación del género femenino.
Hablamos de ALFONSINA STORNI (Suiza, 1892 – Argentina 1938).
Alfonsina Storni es la voz femenina más importante de la poesía argentina. Su nombre se recuerda junto al de Gabriela Mistral y Juana de Ibarborou, integrantes de una trilogía excepcional en las letras hispanoamericanas.
Fue profesora de arte dramático y colaboró con varios grupos de teatro juvenil pero antes de esto tuvo que trabajar como lavaplatos, camarera, costurera y obrera debido a los escasos recursos económicos de su familia. Ocupó una cátedra en el Teatro Infantil Albarden, y dos años más tarde, en 1923, fue nombrada profesora de declamación en la Escuela Normal de Lenguas Vivas. En sus últimos años, ejerció en el Conservatorio Nacional de Música.
Alfonsina Storni es conocida generalmente como poetisa, pero escribió también algunas piezas escénicas, dramas y farsas, y algunas prosas. En publicaciones de la época es posible rastrear sus numerosas colaboraciones y conferencias.
Su prosa es feminista, y según la crítica, posee una originalidad que cambió el sentido de las letras de Latinoamérica.
Otros dividen su obra en dos partes: una de corte romántico, que trata el tema desde el punto de vista erótico y sensual y muestra resentimiento hacia la figura del varón, y una segunda etapa en la que deja de lado el erotismo y muestra el tema desde un punto de vista más abstracto y reflexivo. Sus composiciones reflejan, además, la enfermedad que padeció durante gran parte de su vida y muestran la espera del punto final de su vida, expresándolo mediante el dolor, el miedo y otros sentimientos.
Algunos de sus poemas a resaltar son: ¡Adiós!, Alma desnuda, La caricia perdida, Razones y paisajes de amor, Queja, Tu dulzura, Dolor y Frente al mar.
Aquí os dejamos este:
TU ME QUIERES BLANCA
Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada
Ni un rayo de luna
Filtrado me haya.
Ni una margarita
Se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
Tú me quieres blanca,
Tú me quieres alba.
Tú que hubiste todas
Las copas a mano,
De frutos y mieles
Los labios morados.
Tú que en el banquete
Cubierto de pámpanos
Dejaste las carnes
Festejando a Baco.
Tú que en los jardines
Negros del Engaño
Vestido de rojo
Corriste al Estrago.
Tú que el esqueleto
Conservas intacto
No sé todavía
Por cuáles milagros,
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡Me pretendes alba!
Huye hacia los bosques,
Vete a la montaña;
Límpiate la boca;
Vive en las cabañas;
Toca con las manos
La tierra mojada;
Alimenta el cuerpo
Con raíz amarga;
Bebe de las rocas;
Duerme sobre escarcha;
Renueva tejidos
Con salitre y agua;
Habla con los pájaros
Y lévate al alba.
Y cuando las carnes
Te sean tornadas,
Y cuando hayas puesto
En ellas el alma
Que por las alcobas
Se quedó enredada,
Entonces, buen hombre,
Preténdeme blanca,
Preténdeme nívea,
Preténdeme casta.