Por el día 5 de octubre, declarado por la Unesco como el día mundial de los y las docentes, desde Kódigo Malva queremos reconocer la labor tan necesaria para el desarrollo a todos los niveles de las personas y visibilizar feminización de la profesión sobre todo en las primeras etapas de la enseñanza, que no es fruto de la casualidad.
La presencia de las mujeres en la docencia es masiva en la educación infantil (más del 80% según datos del MECD). Tres de cada cuatro profesionales son mujeres también en la educación primaria, equilibrándose la representación en secundaria pero tendiendo a la inversa en la educación universitaria. Es lo que conocemos por la segregación vertical en el mercado laboral.
Haciendo un poco de historia, sabemos que los estudios superiores han sido restringidos a las mujeres y en los casos en los que han tenido acceso, los han hecho en su mayoría en profesiones tales como la enfermería, el magisterio, trabajo social y que corresponden a la categoría de diplomaturas. También que el ejercicio de estas profesiones han sido de las pocas que les han estado permitidas y con las que han podido ser autónomas económicamente.
Las maestras o enfermeras han cumplido una función de “cuidar”, es decir, una prolongación de las labores reproductivas cuando se les ha permitido salir al ámbito público y cuyo estado civil (soltera, de ahí el nombre de “señorita” o “seño”) era un requisito indispensable para poder ejercer alguna profesión. La consideración del magisterio tiene un peso histórico-cultural que perdura en el imaginario colectivo sosteniendo la idea de que es una carrera profesional que no necesita esfuerzos y mayores conocimientos.
Conocemos también que la educación ha sido estructurada de forma diferencial para hombres y mujeres, instruyendo a las niñas desde edades tempranas para el hogar y a los hombres para el mundo exterior. No es casualidad tampoco, que las carreras universitarias y profesiones que gozan de mayor prestigio y remuneración son las científicas o ingenierías, siendo el alumnado en su mayoría masculino, mientras que en las consideradas como de letras y/o humanidades existe una alta representación femenina y no gozan de tal reputación.
La atención y formación está influenciada por el concepto patriarcal de roles y estereotipos de género, bajo la creencia de que las mujeres ejercen de forma innata (por su condición biológica) de mejor forma los cuidados y destacando por encima las cualidades personales que las profesionales, sin tener en cuenta que la enseñanza de los cuidados y los afectos (además de las asignaturas curriculares) son necesarios para el desarrollo humano en la sociedad durante toda la vida. A cuanta mayor especificidad del itinerario curricular para la preparación al acceso del mercado laboral, estas cualidades personales cambian y se exigen las profesionales, reservadas hasta hace bien poco a los roles masculinos. Cabe destacar, como en la mayoría de las profesiones feminizadas, que cuando un hombre la ejerce se ensalzan sus cualidades (cocineros, modistas…) y goza de mayor reconocimiento social.
Es por ello que, además de visibilizar, queremos reconocer el papel fundamental que juega el profesorado en todas las etapas de la vida, el trabajo que se realiza desde edades tan tempranas y destacar el específico en la atención a la diversidad o necesidades especiales del alumnado. El aprendizaje y la adquisición de conocimientos en esta etapa son fundamentales, no es solo una mera cuestión asistencial.
Por todas las “seños”, maestras y profas que han pasado por nuestras vidas en especial, y todo el profesorado en general. Vuestra labor, tan denigrada y machacada, sigue siendo necesaria para cambiar esas estructuras que mantienen las desigualdades y adoctrinan según la voluntad política del momento.