Para conmemorar el día 2 de diciembre, Día Internacional de la Abolición de la Esclavitud, queremos visibilizar a Lucrettia Mott (1793-1870) y a Elizabth Cady Stanton (1815-1902) por su activismo antiesclavista (y después sufragista y por los derechos de las mujeres).
El Día Internacional para la Abolición de la Esclavitud se celebra este día en conmemoración el 2 de diciembre de 1949, fecha en la que la Asamblea General de Naciones Unidasaprobó el Convenio para la represión de la trata de personas y la explotación ajena.
El objetivo del día es reclamar la erradicación de las formas contemporáneas de esclavitud como son la trata de personas, el trabajo infantil, el matrimonio forzado y el reclutamiento de niños y niñas para utilizarlos en conflictos armados.
Lucrettia Mott nació en Massachussets y entró con 13 años en un internado donde terminó trabajando como profesora, surgiendo su interés por los derechos de las mujeres cuando descubrió que sus compañeros recibían el doble de sueldo que sus compañeras. Perteneció a la confesión protestante de los cuáqueros, pensamiento que va a ser determinante en la formación de sus ideas, especialmente la igualdad ante Dios que predica dicho movimiento religioso. Se opuso al tráfico de esclavos y esclavas y fue activista de la Sociedad Americana contra la Esclavitud.
Elizabeth Cady Stanton (1815-1902) nació en Nueva York y estudió en el Seminario Femenino Troy. Se interesó muy pronto por los movimientos antiesclavistas.
La importante participación femenina en movimientos humanitarios por la abolición de la esclavitud ayudó a la rápida concienciación de las mujeres. Existía una analogía entre las y los esclavos y la falta de derechos civiles para las mujeres. En 1840 viajaron juntas a Londres como delegadas a la Convención Mundial en contra de la Esclavitud. Las delegadas americanas fueron obligadas a permanecer detrás de una cortina, dado el rechazo que muchos varones del movimiento mostraban ante la implicación de mujeres en su lucha. Esta humillación marcó el inicio de la separación entre el movimiento antiesclavista -en el que hasta entonces habían participado en primera línea numerosas mujeres- y el movimiento feminista que comenzaba a tomar fuerza. Tras la guerra de Secesión (1861-1865), el movimiento feminista que había ligado en gran medida su suerte al abolicionismo sufrió una gran desilusión. Pese al triunfo del bando nordista, partidario de la supresión de la esclavitud, la XIV enmienda de la Constitución, que otorgaba el derecho de voto a los esclavos negros liberados, le negó a la mujer el derecho de sufragio.
El movimiento abolicionista está estrechamente ligado al movimiento sufragista. Por un lado fue en esta Convención Antiesclavista Mundial dónde estas dos norteamericanas hicieron aflorar la idea de la necesidad de un movimiento independiente por los derechos de las mujeres. Por otra parte la forma en que el activismo antiesclavista femenino se desarrolló dentro de las organizaciones antiesclavistas norteamericanas y británicas determinó la forma en que posteriormente se desarrollaron ambos movimientos sufragistas.
Furiosas ambas al serles negado el derecho a hablar, resolvieron organizar a su vuelta a los Estados Unidos una sociedad que defendiera los derechos de las mujeres. Durante los años siguientes, Elizabeth Cady Stanton se pondría al frente de la organización del feminismo norteamericano. Fue, sin embargo, ocho años más tarde (en 1848) cuando consiguieron Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott organizar la primera asamblea en defensa de los derechos de la mujer en Seneca Falls (Nueva York).
«La historia de la humanidad es la historia de las repetidas vejaciones y usurpaciones por parte del hombre con respecto a la mujer, y cuyo objetivo directo es el establecimiento de una tiranía absoluta sobre ella. Para demostrar esto, someteremos los hechos a un mundo confiado. El hombre nunca le ha permitido que ella disfrute del derecho inalienable del voto. La ha obligado a someterse a unas leyes en cuya elaboración no tiene voz.
Le ha negado derechos que se conceden a los hombres más ignorantes e indignos, tanto indígenas como extranjeros. Habiéndola privado de este primer derecho de todo ciudadano, el del sufragio, dejándola así sin representación en las asambleas legislativas, la ha oprimido desde todos los ángulos.
Si está casada la ha dejado civilmente muerta ante la ley.
La ha despojado de todo derecho de propiedad, incluso sobre el jornal que ella misma gana.
Moralmente la ha convertido en un ser irresponsable, ya que puede cometer toda clase de delitos con impunidad, con tal de que sean cometidos en presencia de su marido».
Declaración de Seneca Falls
(1848)