Nos damos cuenta que últimamente estamos leyendo nuevas narrativas muy situadas y hechas por mujeres de una nueva generación a la que tenemos que estar atentas.
Panza de burro es un libro situado en Tenerife y es la primera novela de la autora -que antes había publicado poesía- en la que queda reflejada una nueva manera de escribir literatura: escribir como se habla. Una forma de retar la literatura clásica que conocemos.
Destacamos la manera de transmitir el conocimiento a la ficción al hablar: las nubes, el volcán… y el uso de un lenguaje del norte de la isla. La transmisión de un dialecto que se convierte en acto político al escribir desde los márgenes; lejos de la idílica y turística Canarias que conocemos, dando protagonismo a la periferia. Hay trocitos que son verdadera poesía.
Cuenta historias de mujeres, de cómo se siente el clasismo, la homofobia, la violencia territorial… Habla de abusos, de las violencias hacia la infancia, de gordofobia, de trastornos alimenticios…, y es capaz de transmitir la presión que se ejerce en las infancias para que adapten su comportamiento y su cuerpo para ser aceptadas.
La mayoría de nosotras destacamos la capacidad de la autora al describir el amor infantil incondicional de la amistad y el descubrimiento de la sexualidad. El hallazgo de la amiga que fascina y su posterior pérdida por la imposición del paso a una adultez que no comparte los mismos tiempos entre las protagonistas. La que aún está en la infancia y el desencuentro con quien parece haber abandonado ya ese espacio. La violencia que implica el tránsito hacia la adultez.
A algunas de nosotras nos ha trasladado a un periodo en el que no nos ubicábamos en la vida. La infancia como sinónimo de aburrimiento en un pueblo. Como un lugar donde no ocupamos los espacios, donde se nos niega. No hemos vuelto a sentir un sufrimiento real, pero si el situado de algunas generaciones donde sentías que molestabas en todos lados y cargabas la pesadez de la vida. Una vida aburrida es violencia.
Ha conseguido que sintiésemos el calor, incluso lo hemos oído.
Ha sido una auténtica joya, un caramelo envenenado por diversos motivos: como dijo Remedios Zafra, los libros no se escriben para nuestro entretenimiento. Los libros que realmente nos cambian, nos perturban. Nos pueden llegar a desagradar incluso. Parece que no sucede nada, pero es todo lo está sucediendo.
Nos preguntamos, ¿y si esta novela la hubiese escrito un hombre? Pues probablemente marcaría un nuevo paradigma. Estaríamos hablando de un antes y un después en la literatura a mayor escala. A pesar del reconocimiento y el acogimiento que sí que está teniendo la obra.
Nos parece que tiene algo a destacar y es el relato en sí mismo, y la forma de contarlo . Sin duda estamos a las puertas de una nueva generación de escritoras que ponen sobre el papel nuestras vidas vividas y dignas de recordar, así como el estilo literario con qué hacerlo, apartado de la norma, por eso acostumbradas a leer literatura siguiendo directrices de academias absolutamente patriarcales, nos cuesta un poco más.Todo esto nos parece que es un valor en alza para nosotras.
La pregunta no es si te ha gustado o no el libro sino qué te ha movido, qué te ha generado, hacia dónde te ha llevado.