Los «lunes de debate» -que «en» verdad son los miércoles- es una actividad de formación que llevamos realizando desde los inicios en 2014, en la que en diferentes sesiones desgranamos obras por capítulos que nos permiten reflexionar, compartir y aprender.
El libro que nos regalamos fue «Tomar la palabra. Mujeres, discursos y silencios» de la gran Dolores Juliano.
Las fechas fueron: el 16 de septiembre con “Se manipula la diferencia y la disidencia”, el 21 de octubre con “Feminismo y sectores marginales”, el 11 de noviembre con “El trabajo silenciado”, el 16 de diciembre con “Los espacios del peligro imaginario” y el 13 de enero pasado terminamos con “La vejez y la muerte”.
Este libro según la autora es el resultado de años de investigación y reflexión sobre cómo afectan los prejuicios a los sectores más desprotegidos de la sociedad; en esa construcción social de la desvalorización y el rechazo, tienen tanto peso, los discursos como los silencios y enfatiza las respuestas cuestionadoras y su lento camino hacia el reconocimiento todo ello abordado desde una perspectiva antropológica feminista.
La voz de las mujeres, los delitos de odio xenófobos, el modelo de belleza y la vejez, la invisibilización de los trabajos de cuidados, la configuración del espacio público…Dolores Juliano nos ha ido trazando, con estos temas las claves para entender los mecanismos de desprestigio y silenciamiento que emplea el sistema capitalista, colonialista y patriarcal.

El libro incorpora reflexión sobre trabajos silenciados o infravalorados, como las labores de cuidado, pero también se adentra en temas tan diversos como la existencia de espacios considerados peligrosos y la resignificación actual de las migraciones. Se interna además en los principales tabúes de nuestra cultura, como son la vejez y la muerte.
Mencionar especialmente el segundo capítulo sobre “feminismo y sectores marginales”, muy en nuestra línea de trabajo. Nos pareció muy importante este pequeño extracto: Los sectores marginados intentan hacerse oír y aprovechar las grietas para introducir nuevos significados y cambios en las escalas de valores. Dado que son las mujeres las que han padecido una más continuada discriminación, son también las que han tenido más ocasión y tiempo para desarrollar propuestas para superarla.
La presunta superioridad moral y la universalidad de los objetivos de género, pocas veces se han hecho explícitos, salvo en las propuestas del feminismo cultural norteamericano que consideraban que en materia de sexualidad la manera femenina de vivirla sería liberadora y la masculina degradante y en ciertas elaboraciones del feminismo de la igualdad, que relacionan en exclusividad las reivindicaciones de género con la Ilustración (lo que no deja margen para las generadas en otros ámbitos culturales) o algunas generalizaciones sobre el “patriarcado”. Pero estos supuestos han influido en la manera de determinar prioridades, de generar alianzas o desconfianzas y en la credibilidad que se ha otorgado a los diferentes sectores.
Así como esta parte del capítulo 4 “Los espacios del peligro imaginario” donde las personas encargadas de guardar el orden comparten los prejuicios extendidos dentro de la sociedad. Superarlos exige una autocrítica que debe hacerse de una manera individual, reconociendo que todos y todas hemos interiorizado estereotipos desvalorizadores sobre algunas personas y colectivos que debemos revisar y superar individualmente y también de forma colectiva, intentando compensar las desigualdades que hacen que esas personas y colectivos sean sectores vulnerables.
Mientras no se realice esa tarea, habrá́ una Ciudad de los desposeídos, que coincidirá́ con la de los castigados, los sospechosos, los ignorados, los “Nadie” de que habla Galeano, que son con gran frecuencia las Nadie”.